¡Cristo sea tu luz! Reflexión sobre el Evangelio del Tercer Domingo de Pascua

Este domingo tengo la oportunidad de compartirles una reflexión que intente dar un poco de luz sobre esta jornada que hoy empezamos, la tercera semana de pascua.  

El pasaje del Evangelio que hoy se nos regala, sobre los discípulos de Emaús, es uno de los más conmovedores de todo el Nuevo Testamento. Nos muestra el poder transformador de de Cristo Resucitado sobre todos aquellos que quieran acercarse a él. Quisiera centrarme en tres momentos o escenas que marcan el desarrollo de todo el pasaje y éstos pueden ser nombrados como: Desesperanza, encuentro y anuncio gozoso.

Desesperanza: En primer lugar, los Discípulos de Emaús experimentaron una gran desilusión y desesperanza después de la muerte de Jesús. La crudeza de su muerte se ha convertido para muchos de sus seguidores en una incurable decepción. Ellos tenían una imagen muy clara de lo que debía ser el Mesías, y la muerte de Jesús parecía contradecir todas sus expectativas. Estaban perdidos y desalentados, sin saber qué hacer o a dónde ir. La crisis de la Cruz, más bien el «escándalo» y la «necedad» de la Cruz (cf. 1 Co 1,18; 2,2), ha terminado por sepultar toda esperanza. Aquel sobre el que habían construido su existencia ha muerto y, derrotado, se ha llevado consigo a la tumba todas sus aspiraciones.

Encuentro: Sin embargo, Dios no se queda de brazos cruzados y tiene la iniciativa. Los discípulos (presentados como errantes peregrinos) se encuentran con Cristo Resucitado en la fracción del pan y todo cambia. En la oscuridad de la noche más angustiosa, Jesús quiso acercarse a ellos y acompañarlos para que descubrieran que Él es «el camino, la verdad y la vida» ( Jn 14,6). Cuando se desvanece la esperanza humana comienza a brillar la divina porque «Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» ( Lc 18,27; cf. 1,37).

Cuando Cristo partió el pan, sus ojos se abrieron y reconocieron que era Él quien estaba con ellos. De repente, todas las piezas comenzaron a encajar en su mente y corazón. Su desánimo y desesperanza se transformaron en una profunda alegría. ¡Cristo ha vencido la muerte y está verdaderamente vivo!

Anuncio gozoso: Esta alegría pascual, esta energía que viene del Resucitado no puede ser escondida. Es incontenible por naturaleza. Los discípulos ebrios de entusiasmo, dan testimonio. El Resucitado los ha hecho resurgir de la tumba de su incredulidad y aflicción. Encontrando al Crucificado-Resucitado han hallado la explicación y el cumplimiento de las Escrituras, de la Ley y de los Profetas; ahora la Cruz cobra sentido. Esta es la Misión gozosa de la Iglesia, a la que todos estamos llamados, y más aún en este tiempo de Pascua. La Luz de este Cirio que se ha encendido en la noche de la Vigilia no debe ser reservada para nosotros mismos. Debe trascender nuestras vidas, familias, hogares, parroquia. Debe iluminar con frescura el mundo y la sociedad en la que nos movemos y existimos.

Pero nada de esto puede ser posible si primero no vivimos auténticamente cada una de estas tres escenas o momentos que vivieron los de Emaús.  

¿Te has reconocido en el fondo de la desesperanza?

¿Has llegado a encontrarte personalmente con el Resucitado?

¿Qué te falta para llevar su Luz a los que yacen en tinieblas?

Que el encuentro con Cristo en la fracción del pan nos llene de una fe renovada y de un profundo compromiso con la Misión gozosa de la Iglesia. Amén.

1 comentario en “¡Cristo sea tu luz! Reflexión sobre el Evangelio del Tercer Domingo de Pascua

  1. me siento conmovida y emocionada con este pasaje tan gozoso y reflexionado. Gracias

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