Hoy la Palabra de Dios nos habla sobre la Misión de la Iglesia. En los viajes misioneros de los Apóstoles puede respirarse el celo que sentían estos a la hora de predicar la Buena Nueva y proclamar el Nombre de Jesucristo.
El fuego del Espíritu Santo no sólo les quemaba a la hora de hablar a los que no conocían el mensaje, sino que les hacía moverse geográficamente a disímiles regiones y ciudades propagando el Evangelio.
En este pasaje tan bello del Libro de los Hechos de los Apóstoles he podido percibir tres claves esenciales de un buen misionero. Y por eso me encantaría compartirlo con ustedes, pues todos nosotros, lo sepamos o no, estamos llamados a ser misioneros y apóstoles de Jesucristo.

La primera clave es estar presente donde Dios se mueve, estar presente en la vida del pueblo. Un misionero que huye de la vida social no es efectivo. Dios quiere tener embajadores en todas partes y en todos los ámbitos. Por eso San Pablo se embarcaba en tantos viajes misioneros, fuera por tierra o por mar. Por eso también acostumbraba a asistir a las sinagogas los sábados, pues allí estaba garantizado que se encontraría con el pueblo de Dios. ¿Te has preguntado si tu presencia como católico marca la diferencia allí donde estás presente?
La segunda clave es saber aprovechar la oportunidad que se nos brinda. Y por lo general esta oportunidad viene sola cuando cumplimos con la primera clave, cuando estamos donde Dios nos quiere. Tarde o temprano llegará tu turno, tu oportunidad, de decir el mensaje del que eres portador. “Acabada la lectura de la ley y los profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron decir: «Hermanos, si tienen alguna exhortación que hacer al pueblo, hablen». Entonces se levantó Pablo, y haciendo señal de silencio con la mano, les dijo…” y así comenzó su predicación. Nadie te pedirá tu opinión si no te presentas primero, nadie te pedirá ayuda si primero no estás en el sitio de la necesidad. Pero, ¿cuántas veces se nos pide que iluminemos nuestro entorno con nuestra fe y la enseñanza de Jesucristo y preferimos quedarnos callados? ¿Cuántos se pierden de escuchar la Palabra de Dios por el silencio de los creyentes de hoy día?
Y la tercera clave para éxito del buen misionero es la fuerza y claridad del mensaje. San Pablo se dirigió directamente a los judíos sin ningún temor. Es una gracia del Espíritu Santo el poder hablar con coraje y con sabiduría espiritual. No se trata solo de transmitir el mensaje de manera acertada, sino además y sobre todas las cosas decir el mensaje que Dios quiere transmitir a su pueblo.
El pueblo está cansado de discursos vanos y gastados, el pueblo de Dios está ávido de la palabra de Dios dicha con claridad y sencillez. La humanidad anhela profundamente recibir un mensaje que llene de verdadero sentido la historia en la que vive. El mundo está esperando por la Palabra de Dios, por el Evangelio de Jesús. ¿Cuantas veces hemos errado intentando transmitir un mensaje que nos conviene a nosotros, pero no hemos rogado por el mensaje que pueblo necesita? ¿Cuantas veces hemos querido hacer valer primero nuestra propia palabra y no la Palabra de Dios?
Pidamos al Espíritu Santo que nos mueva con entera libertad y nos guíe a dónde Él quiera en nuestra labor misionera. Que nos dé la sabiduría para hablar con conveniente en el momento oportuno y no perder una oportunidad en la predicación del Evangelio. Y Finalmente que nuestra palabra sea un eco de la Palabra de Dios. Que nuestra vida transmita claramente, con nuestras palabras y acciones, el Evangelio de Cristo y que nuestra voz y conducta nunca distorsionen su mensaje. Amén.