“Hemos sido escogidos por Dios como instrumentos de su caridad inmensa y paternal, que desea reinar y ensancharse en las almas. Por tanto, nuestra vocación consiste… en abrasar los corazones de todos los hombres, hacer lo que hizo el Hijo de Dios, que vino a traer fuego a la tierra. … Es cierto que yo he sido enviado, no sólo para amar a Dios, sino para hacerlo amar. No me basta con amar a Dios, si no lo ama mi prójimo”. San Vicente de Paúl.
El pasado 26 de septiembre, vísperas de la memoria de San Vicente de Paúl, se ha ordenado sacerdote el diácono Rubén Orlando Leyva Pupo CM. Es un gozo para la Iglesia y para la comunidad vicentina que trabaja en Cuba. Es deber de todos, rezar por nuestros sacerdotes, por los jóvenes y los ancianos, por los buenos y los que han perdido ese primer amor.
Tomando la frase de san Vicente el nuevo padre está llamado a abrasar los corazones de todos los hombres. Los que crean en Dios como los que no, los de izquierda como los de derecha, a todos los hombres. No es hacer algo diferente a lo que hizo el Hijo de Dios. Ser sacerdote vicentino es una llamada a salir al encuentro del pobre, ahí donde más lo necesita. Es subir al hombre a Dios, su Padre y bajar a Dios al encuentro de sus hijos. Es amar la obra del Hijo, amar su Iglesia y entregarse por entero a los demás. Es desgastarse si fuera necesario por el Reino de Dios, en el aquí y en el ahora. Es celebrar y anunciar el mensaje de Jesucristo, la Buena Nueva de Dios Padre.
Al padre Rubén mis mejores deseos. Que San Vicente y todos los padres vicentinos que te han antecedido y ya gozan de la Vida Eterna intercedan a Dios por ti. Y como se dice en el Ritual de Ordenación: “DIOS, QUE INICIÓ EN TI ESTA BUENA OBRA, ÉL MISMO LA LLEVE A TÉRMINO”.
Autor: Dainier Lazo, vicentino.