V Domingo de Pascua

San Pablo, El Greco.

La Iglesia se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, de esto deja constancia Hechos 9,26-31. El tema de la confianza de los discípulos en torno a la figura de Pablo podría ser entendidble, pues la conversión implica también pasar por tener que encontrarse con el resultado de una identidad establecida en el fuero público. Pero Berbabé verdaderamente es tocado por el Espíritu y lo orienta, es decir, Berbabé lo incluye en la comunicación con los apóstoles para que les narre a ellos cómo se dio su conversión. Que los Hechos diga que «Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor» implica asumir una apertura del grupo hacia su persona y una aceptación desde el Espíritu de su conversión. Pablo comienza a dialogar y discutir (en el buen sentido) con los judíos de lengua griega, se perfila el inicio de su misión. Ante esto me queda una interrogante ¿crece en paz la iglesia hoy? ¿Progreso como Iglesia en la fidelidad al Señor?

La segunda lectura de 1Jn 3, 18-24 permite seguir la línea de la primera en cuanto que mantiene una idea clara, solo en el guardar los mandamientos se podrá tener permanencia en Dios. La comunidad del Discípulo Amado es clara y concreta al decir cuál es el mandamiento: «que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó». Por eso es necesario revisar constantemente la vida, las obras, pensamientos y orientaciones. Los objetivos misionales y evangelizadores pues si no tienen estos mandamientos en el centro mi falsa «conversión» solo será la ruina de mi vida y la ruina para la Iglesia. Ante estos mandamientos de la comunidad es necesario revisar cada día la vida.

Entonces el Evangelio de la comunidad de Juan (15, 1-8) permite comprender en línea al domingo pasado que sólo quien vive inserto a la vid puede ser fruto verdadero, y puede dar fruto verdadero. ¿Porque? Porque para dar fruto verdadero, hay que ser primero fruto, madurar, caer en tierra, germinar y dar nuevos frutos, pero este fruto mantiene una relación directa con la vid originaria, pues conserva su identidad, la dignidad de hijo en el Hijo. Es decir, que del fruto maduro que cayó en tierra desde el árbol de la Cruz surgió la Iglesia, fuerte, fecunda, con la dignidad e identidad del HIJO.
La fuerza y la calidad de imágenes que surjen de este texto son ricas y permiten entender que sólo desde Jesús es posible ser pastor, no siendo él, pero sí viéndolo a él, siendo cómo él, pues sólo él atrae y yo conduzco las almas a su corazón.

Autor: Oscar Úbeda Úbeda – Prior Titular para Centroamérica.

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